Erase una vez cuando…
…orinar estaba divertido.
Este tercero cuento anglosajón proviene de nuestro (in)gloriosa capital. Sí, hoy viene (in)directamente desde la ciudad de los autobuses rojos, las cabinas telefónicas rojas y los cielos ro… grisáceos, desde Londres.
A lo mejor cuando piensas en esta ciudad monumental (e impersonal: si todavía no te has dado cuenta…no me gusta la ciudad en absoluto, es un maldi… perdón estoy distrayéndome) se te ocurren el Big Ben, el Támesis o los Pubs. Pero es ciencia cierta que no imaginaste los baños de estos bares icónicos. ¡YA NO!
Resulta que un hostelero astuto ha tenido una idea genial para atraer los clientes y los periodistas…instalar videojuegos en los orinales de “los caballeros”. Me pregunté – ¿Cómo funcionan?- cuando me enteré. Pues no hay mandos, ni botones todo depende del chorro de pis y la dirección de la polla de usador. Si meas a la derecha, el pingüino (si hay pingüinos que esquían en el videojuego) gira a la derecha, si meas a la izquierda, ¡pues puedes imaginar qué ocurre! Sin embargo, para tener mucho éxito en el juego, no sólo hace falta tener un chorro potente sino también la puntería ajustadísima (se puede ganar puntos extras por mear en un lugar específico. En efecto, cuanto más “llama la naturaleza”, cuánto más éxito tendrás. Y, afortunadamente por los concursantes, sólo pueden competir los humanos… no quiero ni imaginar cuántos puntos ganaría un caballo…
Sin embargo, lamento informar a las lectoras no lo tienen planteado crear algo parecido para los váteres…tendréis que divertiros en maneras menos fríquis.
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